Dentro de cada uno de nosotros habita una voz interior que nos da la réplica en nuestro diálogo interno. Según las circunstancias –propias y ajenas– esta voz puede adoptar distintos matices, e incluso distintos roles, que condicionan nuestra forma de pensar, nuestra forma de hacer e incluso nuestra forma de ser. Hoy quiero centrarme en dos roles contrapuestos de esa voz interior.
Tenemos, por un lado, a una figura bien conocida por todos: el saboteador. Según las características de cada uno, el saboteador nos habla con la voz de la crítica, el perfeccionismo, la exigencia, la valía… y nos reprocha nuestras faltas –por defecto o por exceso– en los supuestos errores que pudimos cometer en el pasado, en las oportunidades que se dan en el presente y en las iniciativas que nos proponemos para el futuro. La voz del saboteador convierte el diálogo interior en un monólogo recurrente que estimula el enfado, la frustración y el miedo y, gracias al incansable y meticuloso trabajo realizado durante años (el saboteador es, quizá, la voz interior que más hemos alimentado a lo largo de nuestra vida), puede acabar socavando nuestra integridad física (ya sea con dolencias corporales o con la mera sensación de hacernos más pequeños e insignificantes frente a los demás).
Frente al saboteador se encuentra, generalmente escondida, la voz del superhéroe. La clave del superhéroe es la confianza: es consciente de sus puntos débiles, pero focaliza su atención en sus puntos fuertes y se deja guiar por la intuición y la sabiduría que todos llevamos dentro para movilizar sus recursos propios y reforzar aquellos otros que sean necesarios para luchar por cada misión que se propone. A diferencia del saboteador, no se estanca en sus emociones: deja espacio para vivirlas, liberarlas y extraer lo que necesita de ellas para seguir adelante. Y, como no podía ser menos, confía firmemente en sus valores, en los principios que ha escogido para relacionarse consigo mismo y con el mundo. El superhéroe, sin perder el sentido de realidad, da voz al potencial que todos guardamos dentro de nosotros.
¿Te resuenan estas voces? ¿Cuál está más presente en tu diálogo interior?
Desde mi experiencia personal, contrastada también con el trabajo que he ido realizando con mis clientes, la voz del saboteador parece tener, de inicio, más fuerza que la del superhéroe: nos cuesta mucho vernos como fuente de potencial y empoderamiento. Conviene recordar, en este sentido, que muchos de los superhéroes del cómic y del cine son, en realidad, personas normales y corrientes, ordinarias, que acuden a sus poderes cuando lo ven necesario, incluso pagando el precio de ponerse unas horteras, coloristas y ajustadas mallas. Puede que, en nuestro caso, nos resulte ridículo vernos como superhéroes. Pero… ¿y si lo hacemos para tratar de dejar en ridículo, al menos por una vez, a nuestro saboteador interior?