Dicen que la vida nos suele poner delante aquello que necesitamos aprender… o recordar, si es que nos hemos despistado. Y eso es lo que me ha ocurrido a mí cuando buscaba inspiración para escribir esta entrada: después de dar muchas vueltas, me he encontrado con esta pequeña historia que viene a mí de forma recurrente (me he topado con ella en libros, películas y series de televisión) y que me dice mucho en esos momentos de duda en los que no sé si estoy invirtiendo mi energía de forma adecuada o si estoy focalizando mi atención en la dirección correcta.
Pero… ¿qué historia es esa? Mejor te la cuento, a ver si también te dice algo a ti.
Se trata de una leyenda, atribuida a los indios cherokees, sobre la lucha que tiene lugar en el interior de cada uno de nosotros. Sus protagonistas son dos personas que conversan entre sí –un abuelo y su nieto, en la mayoría de las adaptaciones que he encontrado– y dos lobos. La conversación entre esas dos personas se inicia con distintos argumentos, según la fuente y la traducción, pero todas las adaptaciones confluyen hacia un mismo nudo y desenlace que, en mis propias palabras, sería algo así:
- Abuelo: Hijo, dentro de cada uno de nosotros está ocurriendo una terrible pelea entre dos lobos. Y esa misma pelea, sin que tú lo sepas, está ocurriendo también dentro de ti.
- Nieto: ¿Y cómo son esos lobos, abuelo?
- Abuelo: Uno de ellos, de color negro, representa la ira, la rabia, el temor, la envidia, el rencor, la avaricia, la arrogancia, la autocompasión, la culpa, el resentimiento, el orgullo, el sentimiento de superioridad, la exigencia… El otro lobo, de color blanco, representa la armonía, la paz, la esperanza, la serenidad, la humildad, la empatía, la generosidad, la verdad, la compasión, el amor…
- Nieto: Abuelo, ¿Cuál de los dos ganará la pelea?
- Abuelo: Aquel al que alimentes.
La dualidad de la que nos habla esta historia me recuerda a una de las polaridades que se trabajan en Terapia Gestalt, cuyo impulsor, Fritz Perls, hablaba también de dos animales –en este caso, dos perros– enfrentados dentro de nosotros: el perro de arriba, que es el que pone las normas (debes hacer esto, tienes que hacer eso otro…) y nos vigila, señala y castiga por nuestros aparentes incumplimientos; y el perro de abajo, que busca satisfacer nuestros deseos, instintos y necesidades de forma natural e inmediata.
Como ocurre con cualquier dualidad (ya sea la que representan los lobos, los perros o cualquier otro ejemplo que queramos buscar), cada polo es necesario para que su opuesto pueda existir. Por tanto, no se trata de alimentar exclusivamente a uno y dejar que el otro muera por inanición, sino de alimentar a cada parte de acuerdo a las circunstancias del momento, según convenga a la ocasión. Para ello, ambas partes (los dos lobos, los dos perros) deben dialogar y entenderse para vivir en un estado de equilibrio integrador.
Y, a veces, para restaurar el equilibrio hay que recordar breves historias como esta, que nos ayudan a fijar nuestra atención.
Yo estaba alimentando de más a uno de mis lobos, a uno de mis perros. ¿Y tú? ¿Cómo y cuánto alimentas a las fieras que habitan dentro de ti?