Hoy viene a mi cabeza, pensando en proyectos que acometeré en las próximas semanas, la palabra inventario. Un inventario, como todos sabemos, es una lista ordenada de bienes y demás cosas valorables que pertenecen a una persona, empresa o institución. Hay inventarios con efectos contables, inventarios con fines de localización de mercancías o depósitos (como ocurre en almacenes o bibliotecas) e inventarios domésticos, como aquellos que hacemos, de vez en cuando, con nuestros discos, libros, coleccionables… o con nuestra despensa, cuando planificamos la próxima compra.
El inventario es también, desde mi punto de vista, una pieza clave en todo proceso de desarrollo personal y profesional. En este caso, se trata de identificar y detallar todos los recursos de los que disponemos, entendiendo por recursos las capacidades, habilidades, emociones, creencias, ideas, experiencias, roles e incluso máscaras que hemos utilizado –y que, probablemente, seguimos utilizando– en nuestro recorrido por la vida, para después examinarlos y reordenarlos de acuerdo a nuestra situación actual y a nuestros propósitos futuros. Quizá haya que rescatar patrones antiguos que creíamos olvidados, o quizá sea el momento de potenciar recursos que, aun estando dentro de nosotros, nos parecían invisibles o insuficientes.
Cualquier inventario, ya sea en el crecimiento personal o profesional o en cualquier otro ámbito, no solo refleja lo que tenemos, sino también lo que nos falta: las existencias que tenemos que reponer, los nuevos productos con los que queremos conquistar el mercado… Cuando trabajamos sobre nosotros mismos, no suele ser fácil encontrar esos recursos complementarios que necesitamos para desarrollar al máximo nuestro potencial. De hecho, muchas veces nos esforzamos por buscar y copiar soluciones externas que no van con nosotros… sin darnos cuenta de que los recursos de los que disponemos son la base sobre la que construir nuevos valores, pensamientos y sensaciones.
Curiosamente, la palabra inventario tiene el mismo origen etimológico que el término invento. En concreto, la raíz in-venire, que significa venir hacia dentro. Tal vez una forma de completar nuestro inventario personal sea, por tanto, inventar nuevas opciones y alternativas a partir de los recursos que ya tenemos. Para ello solo hace falta desarrollar nuestra intuición, imaginación y creatividad, recursos con los que todos contamos de serie (aunque no nos consideremos artistas, o minusvaloremos nuestra capacidad creadora). Conviene recordar que, a la hora de buscar nuevos recursos, no se trata tanto de compararse con lo de fuera como de ver qué hacer con lo que tenemos dentro.
Cualquier momento es bueno para hacer un inventario de tus propios recursos… e inventar otros nuevos. ¡A por ello!