Son muchas las veces (aunque aún me siento joven, ya peino canas) en las que he fracasado a la hora de plantearme objetivos o metas al comienzo de un nuevo curso o un nuevo período vital. La imaginación, los sueños y los deseos juegan un papel importante a la hora de definir lo que uno quiere ser o hacer y, afortunadamente, aún cuento con estas capacidades. El problema es que, a veces, me resulta más cómodo vivir en la ficción que en la realidad. En la ficción, alimentado de sueños, no asumo riesgos, no tengo dudas sobre mis cualidades, puedo seguir viviendo en mi zona de confort. Por otro lado, la ensoñación no tiene límites. Me viene a la mente la conocida fábula de La lechera de Félix María Samaniego en la que una niña, encadenando ambiciones, acaba derramando la leche que debía vender en el mercado. En algunas ocasiones, por si acaso, he preferido mantenerme lejos del cántaro.
¿Cómo pasar de la ficción a la realidad? Dicen los libros y los blogs de los que saben que el primer paso consiste en escribir esos sueños, deseos, aspiraciones u objetivos, como queramos llamarlos, en formato lista. He de reconocer que siempre he recelado de este sistema, al que no veía ninguna utilidad. Sin embargo, la formación que he recibido y mi propia experiencia, una vez contrastada, demuestran su eficacia. Por un lado, poner por escrito nuestros objetivos ayuda a destacar lo que queremos hacer o lo que es importante para nosotros sobre el resto de miles de pensamientos que inundan nuestra mente cada día. Por otro lado, plasmar negro sobre blanco nuestras metas supone redactar un contrato con nosotros mismos. Los sueños y los deseos se convierten en acciones por realizar.
Mis primeras listas de objetivos, todo hay que decirlo, no tuvieron apenas resultados. En ellas escribía propuestas muy generales, del estilo aprender idiomas o hacer más ejercicio, que no son más que una vaga declaración de intenciones. Seguía dejando en mi mente, perdida en la maraña de pensamientos diarios, información vital para el desarrollo de cada uno de esos intereses. Se evidenciaba en aquellas listas una cierta falta de compromiso y un deseo, más o menos soterrado, de que el azar y el destino hicieran el esfuerzo por mí. En resumen, despertar y ser otro. La generalización, aún plasmada por escrito, no resulta útil a la hora de fijar objetivos.
Las siguientes listas de objetivos mejoraron al incorporar el llamado método SMARTER (en castellano, más inteligente). Este método resume los siete atributos que se deben tener en cuenta a la hora de formular objetivos:
- Específico. La formulación del objetivo debe ser clara y concreta, indicando qué quieres conseguir, en qué etapas, con quién…
- Medible. Hay que establecer unidades o parámetros de medida que permitan seguir y verificar su cumplimiento.
- Alcanzable. Debes plantearte objetivos realistas acordes a las circunstancias propias de cada uno.
- Retador. Todo objetivo requiere un esfuerzo, pero este ha de ser estimulante.
- Limitado en el tiempo. Sin plazos, no hay objetivos.
- Ecológico y ético. No dejes de tener en cuenta las repercusiones que el cumplimiento de tus objetivos pueda tener en tu entorno personal, familiar, laboral, social…
- Recompensa. Si tu objetivo te conduce a resultados atractivos y beneficiosos, no te importará luchar por ellos.
El método SMARTER nos pone en la pista de salida hacia la consecución de nuestros objetivos, ya que siguiendo estos parámetros podemos dar respuesta a las preguntas básicas que siempre tenemos que tener presentes a la hora de plantearnos retos y desafíos. ¿Qué quiero conseguir? ¿Para qué? ¿Cómo quiero hacerlo? ¿Cuándo? ¿Dónde lo haré? ¿Con quién? La respuesta a cada una de estas preguntas supone una invitación a la acción. Por ejemplo, el objetivo hacer más ejercicio, una vez aplicado el método SMARTER, podría quedar formulado así: mantener una actividad física cotidiana, de aquí a junio, asistiendo los lunes a clase de yoga en mi centro habitual, repitiendo miércoles y viernes la tabla de ejercicios que me ha sugerido el profesor y entrenando con bicicleta estática y otros aparatos, bien en casa o en gimnasio, los martes y los jueves. No siempre es fácil llegar a ese nivel de concreción, pero merece la pena intentarlo. Todo es ponerse a ello. Primero soñar, luego detallar y, finalmente, actuar. Preparados, listos… ¡ya!