Nacho Mantecón

Doler y seguir

En primera persona: una manifestación de duelo y una apelación a la consciencia.

En uno de los recurrentes estados de duermevela que han marcado mis noches en la última semana me vinieron a la mente –misterios del inconsciente– imágenes del interior del Teatro Real de Madrid, con su patio de butacas, sus cuatro pisos de palcos y su anfiteatro en altura, conocido como zona paraíso. Me pregunté cuál sería su aforo, y en una rápida búsqueda di con la respuesta: 1.746 localidades. Cifra insuficiente: haría falta un espacio al menos cuatro veces más grande para albergar a las más de 6.500 personas que según las estadísticas oficiales han muerto en España, hasta el momento de escribir estas líneas, a causa del COVID-19, al que todos nos referimos como coronavirus.

Y así, entre el sueño y la vigilia, voy viendo cómo esas personas van entrando en ese gran teatro multiplicado para ocupar sus butacas. Algunas ya están sentadas en sus localidades. Yo, no sé por qué, asisto a este deambular masivo desde el escenario. Los focos me ciegan, y no alcanzo a distinguir las caras de los que llegan o de los que ya han encontrado sus asientos. Solo puedo encontrar rostros reconocibles en la primera fila: un empresario, un aristócrata, un par de periodistas, alguna artista… Y, junto a ellos, mi tío Paco, fallecido en la madrugada del pasado martes, cuyo recuerdo motiva este texto. Quizá en la segunda o tercera fila se hayan sentado también, aunque ahora no pueda verlas, otras personas con las que perdí el trato o a las que solo conocía de vista. Quién sabe si, con el tiempo, me llegarán noticias al respecto.

Un gran silencio acompaña la visión que tengo desde el escenario. No obstante, empiezo a escuchar murmullos tras las bambalinas. Agudizo el oído y escucho chistes sobre el coronavirus: hoy, más que nunca, constato que no toda tragedia es susceptible de convertirse en comedia, por mucho tiempo que transcurra. A la vez, escucho también discusiones y polémicas estériles: tertulianos de medios de comunicación, dudosos opinadores políticos y sociales y tuiteros de barra de bar que, a posteriori, y creyéndose poseedores de infinita sabiduría, emiten juicios sobre la realidad que estamos viviendo. Por favor, un poco de humildad: nadie –ni el más honesto de nosotros– está por encima del bien y del mal.

No estoy solo en el escenario, una multitud me acompaña. ¿Qué hacemos aquí? Puede que estar en el escenario sea una invitación a asumir un papel protagonista en este tiempo que nos ha tocado vivir. No es fácil: el protagonismo conlleva responsabilidad, y toda responsabilidad implica un compromiso. Tal vez sea el momento de tomar decisiones sobre el tipo de personas que queremos ser (rescatando valores que creíamos olvidados, aprendiendo otros nuevos) y sobre el tipo de sociedad que queremos construir cuando, el día de mañana, volvamos a la anhelada normalidad. Una normalidad que, indudablemente, será muy distinta a la que vivíamos semanas atrás: las cosas, previsiblemente, no serán como antes, y el recuerdo empañará nuestros ojos… sea cual sea el camino que emprendamos.

Nacho Mantecón

Nacho Mantecón

Escribo a partir de mi formación y experiencia en Coaching, PNL, Eneagrama y Terapia Gestalt. Consulta aquí los servicios que ofrezco.

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