No es fácil encontrar un buen titular para un texto, sea este una noticia, un artículo de opinión o una entrada de un blog. Los manuales de periodismo recomiendan buscar titulares que condensen la idea que se va a transmitir en los párrafos siguientes y que, a la vez, sean atractivos para los potenciales lectores. El titular, bien entendido, debe ser un reclamo que invite a leer la primera frase del texto, frase que a su vez será un reclamo para leer la segunda, y así sucesivamente.
En ese intento por llamar la atención, los titulares –a veces– se desvirtúan para incluir elementos (críticas, sesgos, apelaciones…) que no aparecen en el texto que se ofrece a continuación, que no tienen nada que ver con él o que contradicen lo que en él se cuenta. Esta distorsión puede ser inocente (cuando el titular escogido da lugar a significados o connotaciones que no calculábamos inicialmente) o deliberada (cuando, siguiendo determinados intereses, prevalece aquello de que la verdad no te estropee un buen titular).
Las fuentes de información, pese a la concentración de medios, se han multiplicado con la explosión de Internet, donde conviven periódicos tradicionales, medios digitales, confidenciales, blogs y otros canales cuyas informaciones o enlaces se replican a través de las redes sociales. Como no tenemos tiempo para leerlo todo, acabamos asumiendo, como verídicos o falsos, titulares de cabeceras en las que confiamos o desconfiamos, de periodistas o articulistas a los que otorgamos credibilidad o a los que menospreciamos o de noticias que nos reenvían personas (afines o no en lo que a interpretación de la realidad se refiere) de nuestros círculos personales o sociales.
Puede que, arrastrados por esa inercia, acabemos construyendo una visión parcial o sesgada del mundo en el que vivimos. Y puede que, asustados inconscientemente por la precariedad superficial de algunos de nuestros argumentarios, nos volvamos aún más beligerantes o radicales en su defensa. Surgen así los grandes desencuentros, las opiniones irreconciliables, las divisiones en bandos, la sociedad polarizada… El mundo en blanco y negro, sin matices: el que no está conmigo, está contra mí.
Hoy te invito a ir más allá del titular. Y no solo en las noticias o en los relatos sobre la actualidad que nos envuelve, sino también en la forma de aproximarnos a quienes nos rodean. Escapa de la superficialidad, profundiza. Escucha lo que el otro tiene que decirte, rescata aquello que pueda resultarte válido. Intenta ser pedagógico al exponer tus argumentos, busca espacios de encuentro en los que, pese a las diferencias, poder construir espacios de entendimiento.
Te invito, también, a revisar los titulares con los que te presentas ante el mundo. Olvida las etiquetas que otros y tú mismo os habéis ido colocando a lo largo de tu vida; busca titulares diferentes y genuinos, que salgan de ti y que representen, en la medida de lo posible, toda la complejidad de la que estamos hechos. Sé consciente de la riqueza que llevas dentro, no limites tu campo de visión. No olvides que todos, en algún momento, pensamos, hacemos y decimos una cosa y su contraria. Que un titular efímero no detenga tu constante evolución.